EL CUERPO REGALO DIVINO
Diariamente damos uso de nuestro cuerpo, y podemos comprobar con alegría que
nuestros pies saben andar, correr, saltar, jugar al futbol; nuestras manos
saben asir el cepillo, los cubiertos, saben acariciar, dibujar; nuestra boca
sabe cantar, silbar, hablar y comunicar lo que sentimos; Nuestros ojos saben
mirar, contemplar, leer, nos permiten dialogar con amados difuntos como Confucio,
Homero, Platón, Cervantes; nuestros oídos saben escuchar, disfrutan del croar
de las ranas y del zureo de palomas torcazas, posibilitan que nos deleitemos
con el piano de Clayderman o Yanni y la guitarra de Yepes o García Zarate, más
aun, nos ponen en contacto con la dulce voz de quienes amamos; nuestro cerebro
piensa, imagina, compone, crea y recrea universos paralelos. Gracias a nuestro
cuerpo podemos contemplar extasiados el amanecer entre las ramas de los árboles
y en el color de las flores, el sol vertical del medio día que se desploma
sobre montañas, collados, desiertos y mares, el ocaso enigmático que anuncia la
llegada indetenible de la noche, mientras enjambres de estrellas palidecen de
hermosura, colgadas de la bóveda celeste. Es todo un regalo sentir bajo
nuestros pies desnudos la alfombra verde de hierba, o parda de arena, la brisa
que nos acaricia suavemente y desordena nuestros cabellos, la fruta madura que
nuestro paladar siente como manjar y nos alimenta, el aroma de rosas, jazmines
y azucenas, escuchar la orquesta que componen todos los seres vivos. Nuestro
cuerpo es el medio que Dios nos ha dado para disfrutar del espectáculo que ha
puesto en derredor nuestro y del cual formamos parte.
Nuestro cuerpo no debe su origen a una fuerza aleatoria, casual, fortuita, sino
a una voluntad inteligente y amorosa. Su origen está en Dios, Autor de la Vida , causa de todo lo
grande, maravilloso y valioso que existe en el universo. La Sagrada Escritura
nos dice que el Creador después de hacer surgir, de la nada, por medio de su
palabra las incontables estrellas del firmamento, la madre tierra con sus imponentes
montañas, mares inmensos, bosques y toda clase de de animales, formó su obra más
importante diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y nuestra semejanza,
para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los
ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se
muevan sobre ella” (Gen 1,27). Dios nos creó a su imagen y semejanza, por esta
razón el hombre y la mujer tienen un mismo origen y la misma dignidad que emana
de la Divinidad
misma. Dios nos creo con capacidades inestimables: pensar, amar, trascender.
Si nuestro cuerpo es un regalo de
Dios, entonces no es un objeto vulgar ni trivial al que se trata de cualquier manera. Nuestro cuerpo por
tener un principio Divino es sagrado, es templo del Espíritu Santo nos dirá
Pablo (1Cor 6, 19), y nuestra relación con él ha de ser de amor y respeto. Es
necesario tomar conciencia que somos valiosísimos. Si Dios se hizo hombre, ser
hombre es lo más grande que se puede ser. El Señor nos ha dado a cada uno la
responsabilidad de cuidar una persona y esa persona eres Tu, por eso, trata
bien a tu cuerpo, ama tu cuerpo, hazte amigo de tu cuerpo, honra tu cuerpo,
respeta tu cuerpo, cuida tu cuerpo, de esta manera agradarás a Dios que se
alegra cuando su hijo sabe valorar su magnífico regalo. Jesús nos enseña que el amor a nuestro
prójimo debe darse en la medida en que uno se ama a sí mismo, quien no se ama
genuinamente no puede amar a los demás. De ahí la exigencia y urgencia de aceptarnos,
amarnos y cuidarnos porque somos titulares del amor inestimable de Dios.
¡Qué suerte la mía!
—Digo yo—
Justo me tocó, lo que yo más quería
¡SER YO!
Fray Martín Neptalí,
TOR