sábado, 17 de noviembre de 2012

EL CUERPO REGALO DIVINO


EL CUERPO REGALO DIVINO

              Diariamente damos uso de nuestro cuerpo, y podemos comprobar con alegría que nuestros pies saben andar, correr, saltar, jugar al futbol; nuestras manos saben asir el cepillo, los cubiertos, saben acariciar, dibujar; nuestra boca sabe cantar, silbar, hablar y comunicar lo que sentimos; Nuestros ojos saben mirar, contemplar, leer, nos permiten dialogar con amados difuntos como Confucio, Homero, Platón, Cervantes; nuestros oídos saben escuchar, disfrutan del croar de las ranas y del zureo de palomas torcazas, posibilitan que nos deleitemos con el piano de Clayderman o Yanni y la guitarra de Yepes o García Zarate, más aun, nos ponen en contacto con la dulce voz de quienes amamos; nuestro cerebro piensa, imagina, compone, crea y recrea universos paralelos. Gracias a nuestro cuerpo podemos contemplar extasiados el amanecer entre las ramas de los árboles y en el color de las flores, el sol vertical del medio día que se desploma sobre montañas, collados, desiertos y mares, el ocaso enigmático que anuncia la llegada indetenible de la noche, mientras enjambres de estrellas palidecen de hermosura, colgadas de la bóveda celeste. Es todo un regalo sentir bajo nuestros pies desnudos la alfombra verde de hierba, o parda de arena, la brisa que nos acaricia suavemente y desordena nuestros cabellos, la fruta madura que nuestro paladar siente como manjar y nos alimenta, el aroma de rosas, jazmines y azucenas, escuchar la orquesta que componen todos los seres vivos. Nuestro cuerpo es el medio que Dios nos ha dado para disfrutar del espectáculo que ha puesto en derredor nuestro y del cual formamos parte.

              Nuestro cuerpo no debe su origen a  una fuerza aleatoria, casual, fortuita, sino a una voluntad inteligente y amorosa. Su origen está en Dios, Autor de la Vida, causa de todo lo grande, maravilloso y valioso que existe en el universo. La Sagrada Escritura nos dice que el Creador después de hacer surgir, de la nada, por medio de su palabra las incontables estrellas del firmamento, la madre tierra con sus imponentes montañas, mares inmensos, bosques y toda clase de de animales, formó su obra más importante diciendo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y nuestra semejanza, para que domine sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados y sobre todas las bestias de la tierra y sobre cuantos animales se muevan sobre ella” (Gen 1,27). Dios nos creó a su imagen y semejanza, por esta razón el hombre y la mujer tienen un mismo origen y la misma dignidad que emana de la Divinidad misma. Dios nos creo con capacidades inestimables: pensar, amar, trascender.

         Si nuestro cuerpo es un regalo de Dios, entonces no es un objeto vulgar ni trivial al que se  trata de cualquier manera. Nuestro cuerpo por tener un principio Divino es sagrado, es templo del Espíritu Santo nos dirá Pablo (1Cor 6, 19), y nuestra relación con él ha de ser de amor y respeto. Es necesario tomar conciencia que somos valiosísimos. Si Dios se hizo hombre, ser hombre es lo más grande que se puede ser. El Señor nos ha dado a cada uno la responsabilidad de cuidar una persona y esa persona eres Tu, por eso, trata bien a tu cuerpo, ama tu cuerpo, hazte amigo de tu cuerpo, honra tu cuerpo, respeta tu cuerpo, cuida tu cuerpo, de esta manera agradarás a Dios que se alegra cuando su hijo sabe valorar su magnífico regalo.  Jesús nos enseña que el amor a nuestro prójimo debe darse en la medida en que uno se ama a sí mismo, quien no se ama genuinamente no puede amar a los demás. De ahí la exigencia y urgencia de aceptarnos, amarnos y cuidarnos porque somos titulares del amor inestimable de Dios.

¡Qué suerte la mía!
—Digo yo—
Justo me tocó, lo que yo más quería
¡SER YO!


Fray Martín Neptalí, TOR